Elsa María era dura y hábil como un plumero. A veces iba al anfiteatro del zoológico a probar sus pasos, pero se distraía con una soga que colgaba del poste de luz: se agarraba con las dos manos del extremo suelto y se dejaba balancear, sus zapatillas borraban el polvo de las baldosas rojas.
Yo no baldeaba el piso. Cuando estaba limpio Elsa María se colgaba inmóvil de la soga como el plumero a su clavo. Si bien en una bailarina de su talla esto se transformaba en un Solo para la soga, mi estómago no descansaba hasta que ella no empezaba a moverse.
- Respirá Elsa, respirá Elsa – decía yo en voz baja. Pero eso no daba ningún resultado.
Un día la encontré construyendo una tarima de madera, Elsa María martillaba como un chico dibuja un barco y espera que flote. Las astillas de la madera seca saltaban con sus golpes, cada tanto algún clavo sobrevivía uniendo dos pedazos, los demás pasaban de largo. Ese era un trabajo largísimo, se iba a rematar. Hacía días que yo ni siquiera barría las baldosas, pero ella ya había encontrado otra cosa.
diciembre 08, 2011
noviembre 20, 2009
La Cara disponible
Se había quedado solo. Estaba creyendo que todavía el feliz cumpleaños, y la siesta y el banquito de la cocina. De un prendedor celeste colgaba su saco más cómodo, se lo había sacado una brisita nomás y ya no pudo volver a usarlo.
Años de feria en feria buscando otro prendedor.
Cómo sería? Los puntos se estaban soltando. Tendría que descubrir su cara, sólo eso. No podía. Las manos atajando los puntos quedaban ocupadas en la red de lana. Puso su cara en la vidriera para que la descubrieran, los pasantes se la dibujaron, la cortaron, le metieron un sombrero moderno, le hablaban por un ojo, le sombrearon la oreja, le adosaban cartelitos con indicaciones. Y él con las manos en la lana. Un prendedor falseado le cerraba el paso. Una alegría de feria lo empujaba. Un ojo le hubiera bastado. Los alfileres sueltos no alcanzaban. Su mirada forzaba un Santa Clara o un punto Jersey.
Años de feria en feria buscando otro prendedor.
Cómo sería? Los puntos se estaban soltando. Tendría que descubrir su cara, sólo eso. No podía. Las manos atajando los puntos quedaban ocupadas en la red de lana. Puso su cara en la vidriera para que la descubrieran, los pasantes se la dibujaron, la cortaron, le metieron un sombrero moderno, le hablaban por un ojo, le sombrearon la oreja, le adosaban cartelitos con indicaciones. Y él con las manos en la lana. Un prendedor falseado le cerraba el paso. Una alegría de feria lo empujaba. Un ojo le hubiera bastado. Los alfileres sueltos no alcanzaban. Su mirada forzaba un Santa Clara o un punto Jersey.
noviembre 05, 2009
/////////////////////////////////
-Y entonces qué? Lo vas a dejar ahí? –. Raúl la miraba sin interés, irritado por el ansia de Carmen.
- Sí – le contestó para no desanimarla. El invierno los mantenía encerrados, el olor a gas de la estufa del living los mantenía algo mareados. Carmen daba vueltas en círculo alrededor de la mesa, como si pudiera con ese movimiento, generar una fuente de aire para oxigenar el ambiente.
– Pero se va a perder – dijo en el último de los giros
– No se puede perder más – dijo Raúl.
Carmen resopló como un caballo, pero el oxígeno no aparecía. Trabó la ventana, para no correr riesgos: nunca le había gustado la idea de morir sola. Se cubrió la boca con un pañuelo de gasa y miraba a Raúl con preguntas. Raúl se había puesto la campera sobre los hombros, la mano alcanzaba el picaporte de la puerta.
- No te lo podés llevar y volver a traer, a ver si avanza? – resistió ella.
- Si avanza se va a perder más. Además no tengo dónde dejarlo.
Lo miró con dudas, aunque era inútil la idea de que Raúl se lo llevara a su casa, no era lugar. Estaba perdido. Raúl sabía que Carmen no iba a dejar las cosas así, y se entregó a lo que seguía como una vaca a la bocina de un auto.
- No lo podemos dejar así! – gritó Carmen desde atrás del pañuelo. Raúl se quedó en silencio y decidió probar suerte.
- Si intento algo es riesgoso. Ya probé, desde el lateral hacia adelante y fue peor – hablaba sin esperanzas y sin sacar la mano del picaporte. Carmen, tomando sus palabras como un retazo de soga, sugirió otras posibilidades ofreciendo una lista propia de combinaciones posibles,
- Bueno – dijo Raúl cerrando los ojos – si vamos a empezar al tanteo también tiremos un dado!
- Dale!
- Está bien
- Ay no..
- Salió 5. Bueno, andá, dejámelo a mí.
- Al mayor de dos! – Carmen se tiró a la última pileta.
- Imposible con la insistencia. Seis. Esto no se termina más, necesito una pausa antes de seguir. Me voy a dar una vuelta y vengo – mientras Raúl decía esto, Carmen corrió a abrir las ventanas y se ató el pelo con el pañuelo de gasa.
- Sí, pero dejame una referencia – soltó Carmen en el colmo del atrevimiento. Raúl sintió que se convertía en cayado y se movió como si lo hubieran sacudido de la punta, miró a su alrededor buscando el escape. No le iba a coincidir nunca. Carmen ya lo miraba con una libretita y un lápiz en la mano.
- Bueno… tomá nota.
-Y entonces qué? Lo vas a dejar ahí? –. Raúl la miraba sin interés, irritado por el ansia de Carmen.
- Sí – le contestó para no desanimarla. El invierno los mantenía encerrados, el olor a gas de la estufa del living los mantenía algo mareados. Carmen daba vueltas en círculo alrededor de la mesa, como si pudiera con ese movimiento, generar una fuente de aire para oxigenar el ambiente.
– Pero se va a perder – dijo en el último de los giros
– No se puede perder más – dijo Raúl.
Carmen resopló como un caballo, pero el oxígeno no aparecía. Trabó la ventana, para no correr riesgos: nunca le había gustado la idea de morir sola. Se cubrió la boca con un pañuelo de gasa y miraba a Raúl con preguntas. Raúl se había puesto la campera sobre los hombros, la mano alcanzaba el picaporte de la puerta.
- No te lo podés llevar y volver a traer, a ver si avanza? – resistió ella.
- Si avanza se va a perder más. Además no tengo dónde dejarlo.
Lo miró con dudas, aunque era inútil la idea de que Raúl se lo llevara a su casa, no era lugar. Estaba perdido. Raúl sabía que Carmen no iba a dejar las cosas así, y se entregó a lo que seguía como una vaca a la bocina de un auto.
- No lo podemos dejar así! – gritó Carmen desde atrás del pañuelo. Raúl se quedó en silencio y decidió probar suerte.
- Si intento algo es riesgoso. Ya probé, desde el lateral hacia adelante y fue peor – hablaba sin esperanzas y sin sacar la mano del picaporte. Carmen, tomando sus palabras como un retazo de soga, sugirió otras posibilidades ofreciendo una lista propia de combinaciones posibles,
- Bueno – dijo Raúl cerrando los ojos – si vamos a empezar al tanteo también tiremos un dado!
- Dale!
- Está bien
- Ay no..
- Salió 5. Bueno, andá, dejámelo a mí.
- Al mayor de dos! – Carmen se tiró a la última pileta.
- Imposible con la insistencia. Seis. Esto no se termina más, necesito una pausa antes de seguir. Me voy a dar una vuelta y vengo – mientras Raúl decía esto, Carmen corrió a abrir las ventanas y se ató el pelo con el pañuelo de gasa.
- Sí, pero dejame una referencia – soltó Carmen en el colmo del atrevimiento. Raúl sintió que se convertía en cayado y se movió como si lo hubieran sacudido de la punta, miró a su alrededor buscando el escape. No le iba a coincidir nunca. Carmen ya lo miraba con una libretita y un lápiz en la mano.
- Bueno… tomá nota.
septiembre 17, 2009
Ojos Rojos
Los ojos rojos del conejo se le clavaban cada vez que López salía al patio. No tenía paz, se intimidaba, rehuía esa mirada pero los ojos insistían.
No lo salvaban ni las montañas, ni los cardos, ni el sol que rodeaban su rancho. Vivía solo y en esos días estaba ocupado en arreglar la protección de su baño que se venía abajo. Por las noches lo visitaban sus compañeros de trabajo y conversaban con vino o mate.
López no podía evitar las reuniones en el patio en las noches de verano. Cuando tenía gente, el conejo lo miraba escondido, atrás de algún cardo, una piedra, un balde, nunca sabía.
¿Qué busca? ¿Qué quiere? Para qué vive mirándome? Eran las preguntas de López. Sus amigos no las conocían, entre tantos bichos dando vueltas, el conejo de López era uno más.
López vivía alerta. Le llevaban más tiempo sus tareas habituales, se volvía torpe cuando estaba en el patio.
¿Por qué no come? ¿Por qué se mordisquea?
Escuchás ese ruido, como un chasquido? – le preguntó un día a su amigo.
Serán los grillos –
No, no – López sabía que venía del conejo.
La puerta de su casa, López y el conejo dibujaban un triángulo que cambiaba sus dimensiones, formado por dos puntos fijos y uno móvil… los ojos corregían esa geometría a su antojo.
Una mañana de ceniza el pozo negro no resistió más y cedió llevándose con él al conejo frente a los ojos desesperados de López.
El ángulo móvil del triángulo se hundía, retorciendo el patio de López que quedó definitivamente intransitable.
No lo salvaban ni las montañas, ni los cardos, ni el sol que rodeaban su rancho. Vivía solo y en esos días estaba ocupado en arreglar la protección de su baño que se venía abajo. Por las noches lo visitaban sus compañeros de trabajo y conversaban con vino o mate.
López no podía evitar las reuniones en el patio en las noches de verano. Cuando tenía gente, el conejo lo miraba escondido, atrás de algún cardo, una piedra, un balde, nunca sabía.
¿Qué busca? ¿Qué quiere? Para qué vive mirándome? Eran las preguntas de López. Sus amigos no las conocían, entre tantos bichos dando vueltas, el conejo de López era uno más.
López vivía alerta. Le llevaban más tiempo sus tareas habituales, se volvía torpe cuando estaba en el patio.
¿Por qué no come? ¿Por qué se mordisquea?
Escuchás ese ruido, como un chasquido? – le preguntó un día a su amigo.
Serán los grillos –
No, no – López sabía que venía del conejo.
La puerta de su casa, López y el conejo dibujaban un triángulo que cambiaba sus dimensiones, formado por dos puntos fijos y uno móvil… los ojos corregían esa geometría a su antojo.
Una mañana de ceniza el pozo negro no resistió más y cedió llevándose con él al conejo frente a los ojos desesperados de López.
El ángulo móvil del triángulo se hundía, retorciendo el patio de López que quedó definitivamente intransitable.
julio 18, 2009
El codo presiona el centro, los hombros se oponen.
El codo en sostenido abajo.
Suelta la garganta
y desciende todo
se lleva la cabeza que se hunde en un hombro.
El esternón se clava en la cadera.
Las rodillas prueban
se tientan
ceden.
En la provocación
su destreza es restarse
la mirada dirigida al ausente
y
en orden
con disimulo
a la tercer acrobacia
ya no la ves.
El codo en sostenido abajo.
Suelta la garganta
y desciende todo
se lleva la cabeza que se hunde en un hombro.
El esternón se clava en la cadera.
Las rodillas prueban
se tientan
ceden.
En la provocación
su destreza es restarse
la mirada dirigida al ausente
y
en orden
con disimulo
a la tercer acrobacia
ya no la ves.
marzo 27, 2009
Sostengo pequeñas coronas vacilantes,
ubico mi cuello a la indiferencia del verdugo
al servicio de la comodidad.
Oh Dear! Oh Dear!
llegaré demasiado tarde!
Cuando no está saltando a la vista,
el conejo negro hinca su inmundicia en la pequeñez. Dando un golpe seco en las articulaciones, abre brutalmente su esencia.
Llena de astillas el mediastino, fabricando un basurero que pone a calentar para seguir crepitando.
Las partes se atraen y vuelven a cercar engendros de mediastino, aunque ahora, de efecto reducido. Menús de los que cualquier animal puede venir a servirse.
Una presa que se desposta a sí misma.
ubico mi cuello a la indiferencia del verdugo
al servicio de la comodidad.
Oh Dear! Oh Dear!
llegaré demasiado tarde!
Cuando no está saltando a la vista,
el conejo negro hinca su inmundicia en la pequeñez. Dando un golpe seco en las articulaciones, abre brutalmente su esencia.
Llena de astillas el mediastino, fabricando un basurero que pone a calentar para seguir crepitando.
Las partes se atraen y vuelven a cercar engendros de mediastino, aunque ahora, de efecto reducido. Menús de los que cualquier animal puede venir a servirse.
Una presa que se desposta a sí misma.
marzo 12, 2009
Lo conejo
Estado natural del conejo negro:
Se dispara, crepita, dispersa, imprecisa el conjunto, como si estuviera en aceite caliente,
agoniza ese conejo.
Su crepitar le produce un efecto colateral peligroso: de repente se desprende una pata,
o un ojo. Así, vive en riesgo de desaparición.
Sólo realiza recorridos cuando encuentra obstáculos. Para su desplazamiento provoca,
convierte el terreno en un campo minado.
Repetición: En el contacto con otro ser vivo, se desprende alguno de sus miembros,
así se automultiplica.
Se dispara, crepita, dispersa, imprecisa el conjunto, como si estuviera en aceite caliente,
agoniza ese conejo.
Su crepitar le produce un efecto colateral peligroso: de repente se desprende una pata,
o un ojo. Así, vive en riesgo de desaparición.
Sólo realiza recorridos cuando encuentra obstáculos. Para su desplazamiento provoca,
convierte el terreno en un campo minado.
Repetición: En el contacto con otro ser vivo, se desprende alguno de sus miembros,
así se automultiplica.
febrero 28, 2009
Dómina
Soltó la rodilla.
Atajó al hombro que caía en picada
un brazo en infinito
que en su recorrido sobrevuela la nuca
y dirige el final hacia atrás.
Su mano de aire
pesa y convierte
todo
en lucha
satura
el aire no sabe
agotar la respiración
Repentina.
Atajó al hombro que caía en picada
un brazo en infinito
que en su recorrido sobrevuela la nuca
y dirige el final hacia atrás.
Su mano de aire
pesa y convierte
todo
en lucha
satura
el aire no sabe
agotar la respiración
Repentina.
diciembre 12, 2008
Pliez
................................................................
Se compone como el soporte de un doblez
el torso como apoyatura del brazo plegado
la clavícula es descanso de la mano
la pierna en su cadera
la planta derecha en el tobillo izquierdo.
Se desarticulan de a uno
cuando suena el timbre que la despierta.
Se compone como el soporte de un doblez
el torso como apoyatura del brazo plegado
la clavícula es descanso de la mano
la pierna en su cadera
la planta derecha en el tobillo izquierdo.
Se desarticulan de a uno
cuando suena el timbre que la despierta.
diciembre 05, 2008
Inversión
Parece que va a dar un paso
pero comienza con una súplica
en posición invertida
se arquea por completo
y enfrenta a su espectador
vuelve y se envuelve con su propia espalda
lanza la pierna al ras del piso
strike.
noviembre 27, 2008
noviembre 21, 2008
noviembre 13, 2008
Peso
Para una buena caída
es necesario un atajo.
La cabeza vuelca hacia atrás
y extorsiona
La cadera
cae en pesada correspondencia
.... de todos modos
no sabría dónde ir.
es necesario un atajo.
La cabeza vuelca hacia atrás
y extorsiona
La cadera
cae en pesada correspondencia
.... de todos modos
no sabría dónde ir.
octubre 30, 2008
Torsión
El procedimiento es el siguiente:
un pie cruza por detrás del otro
se desliza
arrastra la cadera
que hace girar el esternón
los brazos reaccionan al impulso
(pero) la cabeza no se movió:
los ojos se quedaron
mirando el principio.
Lo vió pasar
le clavó un ojo
él siguió de largo
con el ojo hincado dió vuelta la esquina
el ojo se torció
los zapatos
perdieron cadencia,
su cintura
el arco.
Y la pluma se decidió a escribir la historia
"de las moscas que sólo tienen un ala".
un pie cruza por detrás del otro
se desliza
arrastra la cadera
que hace girar el esternón
los brazos reaccionan al impulso
(pero) la cabeza no se movió:
los ojos se quedaron
mirando el principio.
Lo vió pasar
le clavó un ojo
él siguió de largo
con el ojo hincado dió vuelta la esquina
el ojo se torció
los zapatos
perdieron cadencia,
su cintura
el arco.
Y la pluma se decidió a escribir la historia
"de las moscas que sólo tienen un ala".
julio 07, 2008
Enaguar
febrero 25, 2008
La camisa rosa
El delicado grabado de su camisa muda la roza.
Pasa su brazo dormida por el cuello
Suena
esa camisa
suena.
Cruje como el rodillo dentado de una caja de música.
Ella inventa aplomo para no interrumpir el mecanismo
y queda por accidente grabado en su muñeca.
Imposible traducirlo
si habla
se va a deshacer como papel de arroz en el agua.
Pasa su brazo dormida por el cuello
Suena
esa camisa
suena.
Cruje como el rodillo dentado de una caja de música.
Ella inventa aplomo para no interrumpir el mecanismo
y queda por accidente grabado en su muñeca.
Imposible traducirlo
si habla
se va a deshacer como papel de arroz en el agua.
octubre 19, 2007
agosto 30, 2007
julio 28, 2007
Su cuna fue un rabillo
Bolma Rugosa, molusco conocido como Ojo de Santa Lucia
.
.
.
Nació en cuna de ojo
se crió entre el peligro de morir asfixiada bajo un párpado
o caerse en un desvío de mirada.
Confundía la luz con la visión.
Cultivaba Siemprevistas
y dormía en los pliegues abiertos.
Cuando creció espiaba tras bambalinas
y elegía para elegir
el ojo que la desaparecería.
se crió entre el peligro de morir asfixiada bajo un párpado
o caerse en un desvío de mirada.
Confundía la luz con la visión.
Cultivaba Siemprevistas
y dormía en los pliegues abiertos.
Cuando creció espiaba tras bambalinas
y elegía para elegir
el ojo que la desaparecería.
junio 23, 2007
Será esa su condena y su vida, pertenecer a la luz.
Agua. Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: la pesantez. Y dispone de medios excepcionales para satisfacer ese vicio: contornea, traspasa, corroe, se filtra.
En el interior de sí misma ese vicio también actúa: se derrumba sin cesar, renuncia a cada instante a toda forma, no tiende más que a humillarse, se acuesta boca abajo sobre el suelo, cuasi cadáver, como los monjes de ciertas órdenes. Siempre más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario del excelsior.
... Entretanto el sol y la luna están celosos de esa influencia exclusiva, y tratan de actuar sobre ella cuando se ofrece expuesta en grandes extensiones, especialmente si se encuentra en estado de menor resistencia, dispersa en delgadas charcas. El sol entonces toma su mayor tributo. La obliga a un ciclismo perpetuo, la trata como a una ardilla en su rueda.
Francis Ponge "De parte de las cosas"
mayo 26, 2007
noviembre 28, 2006
agosto 21, 2006
Ella va dos pasos adelante, así, nunca está.
Las agujas del reloj la tienen en la mira
Ella devaría
y querría derivar
El tiempo viene detrás y la destempla
él domina el arte del tiempo
pero ella siempre tiene que esperarlo...
María: la paz!
El tiempo que le toman sus vestidos
nunca se repite
así, ella nunca sabe cuánto la detendrán
está
muriendo de sueño
de no poder calcular
cada vez
le amanece más temprano.
Las agujas del reloj la tienen en la mira
Ella devaría
y querría derivar
El tiempo viene detrás y la destempla
él domina el arte del tiempo
pero ella siempre tiene que esperarlo...
María: la paz!
El tiempo que le toman sus vestidos
nunca se repite
así, ella nunca sabe cuánto la detendrán
está
muriendo de sueño
de no poder calcular
cada vez
le amanece más temprano.
agosto 16, 2006
Mujer llorando
mayo 28, 2006
abril 23, 2006
marzo 02, 2006
febrero 04, 2006
diciembre 11, 2005
Santa Bárbara
Jan Van Eyck
Ay Santa Bárbara!
Si te dibujaste sola!
En la tela que cae
y se pliega
y se dobla
y resiste
y se ahueca
y te amunda.
Pero no llega...
aunque te ciñe
aunque se frunce,
esa tela.. espacio
ah! sólo llega a ser la grieta donde se afirma tu barbarie.
Y los obreros, tus devotos.
Esos constructores de espacios.
Abrirán la tercer ventana?
Podrán acaso obrar tu ansiada trinidad?
Ay Santa Bárbara!
Si te dibujaste sola!
En la tela que cae
y se pliega
y se dobla
y resiste
y se ahueca
y te amunda.
Pero no llega...
aunque te ciñe
aunque se frunce,
esa tela.. espacio
ah! sólo llega a ser la grieta donde se afirma tu barbarie.
Y los obreros, tus devotos.
Esos constructores de espacios.
Abrirán la tercer ventana?
Podrán acaso obrar tu ansiada trinidad?
Mujer
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