marzo 27, 2009

Sostengo pequeñas coronas vacilantes,
ubico mi cuello a la indiferencia del verdugo
al servicio de la comodidad.

Oh Dear! Oh Dear!
llegaré demasiado tarde!

Cuando no está saltando a la vista,
el conejo negro hinca su inmundicia en la pequeñez. Dando un golpe seco en las articulaciones, abre brutalmente su esencia.
Llena de astillas el mediastino, fabricando un basurero que pone a calentar para seguir crepitando.
Las partes se atraen y vuelven a cercar engendros de mediastino, aunque ahora, de efecto reducido. Menús de los que cualquier animal puede venir a servirse.

Una presa que se desposta a sí misma.

5 comentarios:

Silvia Castro dijo...

Marosísimo ese conejo!!! Me gusta, me gusta...

Besos

Silvia

Walterio dijo...

Conejo, canejo!

Santa Lucía dijo...

Marosísimo??
Canejo!

cipriano dijo...

se le atragantó el conejo?

claudia huergo dijo...

una presa que se deposta a sí misma, extraordinario pensamiento, santa. Yo creí que llegaba al horno producto de algún sádico designio lejano a mí. Igual me impresiona ver tanto estudiante a cheff como se vé ultimamente...voy el 9 de julio, y pienso cocinarles. Uds coman, sin preguntar mucho...