Los ojos rojos del conejo se le clavaban cada vez que López salía al patio. No tenía paz, se intimidaba, rehuía esa mirada pero los ojos insistían.
No lo salvaban ni las montañas, ni los cardos, ni el sol que rodeaban su rancho. Vivía solo y en esos días estaba ocupado en arreglar la protección de su baño que se venía abajo. Por las noches lo visitaban sus compañeros de trabajo y conversaban con vino o mate.
López no podía evitar las reuniones en el patio en las noches de verano. Cuando tenía gente, el conejo lo miraba escondido, atrás de algún cardo, una piedra, un balde, nunca sabía.
¿Qué busca? ¿Qué quiere? Para qué vive mirándome? Eran las preguntas de López. Sus amigos no las conocían, entre tantos bichos dando vueltas, el conejo de López era uno más.
López vivía alerta. Le llevaban más tiempo sus tareas habituales, se volvía torpe cuando estaba en el patio.
¿Por qué no come? ¿Por qué se mordisquea?
Escuchás ese ruido, como un chasquido? – le preguntó un día a su amigo.
Serán los grillos –
No, no – López sabía que venía del conejo.
La puerta de su casa, López y el conejo dibujaban un triángulo que cambiaba sus dimensiones, formado por dos puntos fijos y uno móvil… los ojos corregían esa geometría a su antojo.
Una mañana de ceniza el pozo negro no resistió más y cedió llevándose con él al conejo frente a los ojos desesperados de López.
El ángulo móvil del triángulo se hundía, retorciendo el patio de López que quedó definitivamente intransitable.
septiembre 17, 2009
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5 comentarios:
un encanto lópez, me compadezco de el: si, hay miradas insoportables, de alguna manera me hizo acordar a corazón delator, me gustó el clima, la atmósfera y el tiempo.la felicito.
Gracias novieta. Tendré que buscar, yoesenololeí.
yo qué le puedo decir, santa... tuve la gracia divina de una abuela que entre otras cosas criaba conejos para consumo familiar. Cada uno de los nietos, tenía su preferido. Pero para la andaluza esa eran cosas de chicos ociosos, poco acostumbrados a lidiar con las cosas de la vida y la muerte. Un día, simplemente me entero que el conejo de mi hermano era lo que estábamos almorzando. No pude no decírselo...todos pensaron que era un acto de crueldad de mi parte. Seguramente, crueldad no me faltaba. Pero me parecía injusto que mi hermano se estuviera engullendo a su mascota sin previo aviso. Declaró inmediatamente huelga de hambre por varios días. Yo que era bastante huelguista también en esa época, lo acompañé. Hace poco me entero como lo resuelven en una familia cercana: lo que tiene nombre propio, no se come....besitos
Bueno Pero, me amenaza con el enunciado de "yo que le puedo decir" y después queda claro que usté es de las que dice!
http://www.sectormatematica.cl/origami/conejo.htm, para que ayude a lópez, cip
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